Historia de Borriol

Historia de Borriol

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El término de Borriol se localiza en la comarca de la Plana Alta y presenta una superficie casi rectangular de 62,07 kilómetros cuadrados. Flanqueado por las montañas del Desert de les Palmes al este y la Sierra de las Contiendas en el oeste, toma la forma de un valle que sigue el caudal del río Borriol, comunicando la llanura litoral con las tierras del interior. Se trata de un terreno predominantemente montañoso, pero también con zonas aptas para el cultivo y la ganadería, sobre todo el valle del río.

Además de la diversidad de recursos naturales que ofrece, el corredor de Borriol presenta un elevado valor estratégico, puesto que constituye el principal cauce de comunicación de la costa hacia el interior. Esto explica que esta zona haya sido escogida por las diferentes comunidades humanas a lo largo de la historia, tal y como lo demuestran los numerosos yacimientos arqueológicos diseminados por todo el término.

Si bien al término hay indicios aislados de poblamiento anterior, las primeras evidencias reseñables corresponden al periodo Epipaleolítico/Mesolítico (hace entre 10.000 y 7.500 años). Estas comunidades vivían de aquello que les ofrecía la natura, es decir, de la caza, la pesca y la recolección. Eran nómadas y se desplazaban a menudo buscando comer, refugio o materias primas.

En nuestras comarcas, el inicio de la producción de alimentos, es decir, la agricultura y la ganadería, se produce aproximadamente hace 7.000 años. Este nuevo modo de vida produjo una sedentarización de los grupos humanos y la aparición de poblados situados en zonas planas. Recientes investigaciones han identificado entierros humanos correspondientes al final del periodo neolítico a la *coveta de la Font de *Codina.

Hace unos 5.000 años, en el periodo Eneolítico o Edad del Cobre, se inicia en Borriol una ocupación más estable del territorio, documentado-se materiales de esta cronología en yacimientos como el Castellet de las Ermitas o el Tossal del Azud.

 

El bronce, descubierto al próximo Oriente hace unos 6000 años, no generalizó su presencia a la Península Ibérica hasta hace unos 4000 años. A partir de este momento empieza un periodo caracterizado por una organización social más compleja, con un crecimiento de los conflictos entre los diferentes grupos humanos, por eso los poblados se sitúan en zonas elevadas y se construyen murallas para defenderse, como es el caso del Molinàs.

A comienzos de la Edad del Hierro (o Hierro Antiguo) llegarán a la Península Ibérica pueblas colonizadores, como los fenicios. A través de estos contactos se introducirán innovaciones de gran importancia como son el torno de alfarero, la metalurgia del hierro o el uso de moneda a los intercambios comerciales entre muchos otros. Todos estos cambios darán lugar a la aparición de la cultura Ibérica a mediados del siglo VI antes de nuestra era. Los poblados ibéricos solían situarse en zonas elevadas y defenderse con murallas, como es el caso del Tozal del Azud, las Horcas y el Monegro.

Con la romanización se estableció un nuevo patrón de asentamiento en plan, “las villae”, tratándose de un modelo de ocupación rural del territorio. Estas podían ser desde lujosas mansiones hasta lugares de explotación agrícola y ganadera. Un claro ejemplo es la villa romana del Palmar donde se han encontrado elementos propios de un lugar de cierta importancia.

La entrada de los pueblos germánicos a la *peninsula durante el siglo V creará un clima de inseguridad que llevará en la población a volver a ocupar asentamientos en altura. Esto se observa en Borriol tanto al asentamiento del Monegro como al Tozal del Azud, donde han aparecido materiales que indican la re-ocupación de los poblados en estos siglos.

En el siglo VIII la Península Ibérica y por extensión el término de Borriol, es conquistado por las tropas islámicas, dominio que se mantendrá hasta el siglo XIII. De este periodo data la construcción del Castell, y a los pies de este, el núcleo originario del pueblo de Borriol. Además, el hábitat islámico al término de Borriol se complementaría con las alquerías, localizadas en el plan donde se encuentran las tierras más fértiles y aptas para el cultivo. En este sentido; habría que mencionar los yacimientos de Benifaiet, las Costas, el Basero y las Ermitas; entre otros.

 

La ocupación islámica se prolongará hasta el año 1.233, cuando Jaime I conquista Burriana. Poco después, posiblemente a través de un pacto de rendición, el Castillo de Borriol pasa a manos cristianas. El Palacio pasa a ser la residencia del señor feudal; el Castillo se reforma, el poblamiento se esparce y se forma la Morería, barrio reservado a la población musulmana. A lo largo de tres siglos y medio convivieron las dos comunidades hasta el año 1609, cuando Felipe III decretó la expulsión de todos los moriscos del reino, que tendría graves consecuencias económicas y demográficas por la villa de Borriol.

 

Después de un siglo XVII de crisis y despoblamiento se inicia en Borriol una etapa expansiva que llegó hasta 1910. Las calles se esparcieron más allá de las murallas medievales y la nueva iglesia de San Bartomeu se tuvo que ampliar con la capilla de la comunión y se levantó una nueva casa de la villa.

En el año 800 las transformaciones sociales, políticas y urbanísticas todavía fueron mayores: los adelantos técnicos llevaron la aparición de nuevos oficios, las reivindicaciones antifeudales acabaron con las prerrogativas del señor barón y a finales del siglo se llevó el agua a la fuente y se construyó el nuevo cementerio.

El crecimiento de los siglos XVIII y XIX llevó a arrebatar casi todos los carrascos y pinares que quedaban por las montañas pero, a causa de la expansión demográfica, se rompió el equilibrio entre necesidades y recursos.

La economía de la sociedad tradicional borriolenca se fundamentaba en la agricultura, pero las condiciones naturales del término eran poco favorables (tierra pobre, fuertes pendientes, escasa e irregular pluviosidad, poca agua para regar, etc). Los borriolencos, a lo largo de varias generaciones, tuvieron que hacer frente a estas adversidades, ganando terreno en las montañas, abancalándolas y haciéndolas productivas.

Pero las primeras décadas del siglo XX, igual que por todo el interior Castellonense, el modelo económico fundamentado en la agricultura tradicional de secano entró en crisis, repercutiendo directamente en el abandono del medio rural.